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SANT SERNILL

Continguts del llibre "ARRES un manantial de agua y una fuente de vida" de Santiago Temprado

La iglesia de Sant Sernill, estaba al final de la actual subida por la calle Sant Sernill, a la izquierda, en lo alto de la Roca, en los prados que aún se llaman de la Gleiseta, para recordarla. Era por lo visto una iglesia románica, como la primitiva de San Juan y la actual de San Fabián. Los restos de su pórtico y de los ángulos de sus paredes han sido empleados en la construcción de algunas casas o portales, que son clara­mente restos románicos de los primeros tiempos, del siglo XII.

En la iglesia de Sant Sernill se veneraba la imagen de la Mare de Deu d'Arres, cuya devoción se extendió hasta el otro lado del Port de la Bonaigua construyéndose posteriormente la iglesia de la Marc de Deu de les Ares.

La iglesia de Sant Sernill posiblemente fue construida bajo la dirección de los Templarios, como muchas otras iglesias románicas del Valle de Arán tales como las de Bossost, Arties, Salardú, Betrén, Mijarán, Sant Miguel de Vilamós y Sant Fabián de Arres de Jos.

Sant Sernill, Sernin, Serenín, Cernin, Sadurní o Saturnino es recordado a lo largo de la ruta romana del sur de Francia y del norte de España, con esta silueta tan familiar, en muchas iglesias y calles como en Betrén, en Caneján, en Escunhau.

Sant Sernill, es el santo de las canciones infantiles y es el que da su nombre a una de las iglesias románicas más hermosas del mundo, Sant—Sernin de Toulouse o Tolosa de Languedoc, ciudad de la que fue el primer obispo. La tradición le supone griego, nacido en Patrás y es posible que a comienzos del siglo II, el Papa San Fabián le enviase a la Galia.

Sernill fue obispo misionero, por el Midí francés, que se consolida en Toulouse, como sede estable. Desde allí envía a su discípulo Honesto de Nemes, para que se interne hacia occidente por la vía romana de los Bajos Pirineos. Honesto ve bien acogi­da su palabra de sacerdote en Pamplona y vuelve a Toulouse para que sea el mismo San Saturnino quien culmine la labor y funde sólidamente la cristiandad de Pamplona, con el bautismo solemne de lo más representativo de la ciudad.

Entre los bautizados por San Saturnino, está el senador Firmus, padre de Firminus, el futuro San Fermín. Al joven Firminus le bautiza personalmente San Honesto. Los nuevos cristianos de toda la región llegan pronto a cuarenta mil.

Entre ellos, un nombre destacadísimo será el de Honorato, que colabora con San Saturnino y San Honesto en el apostolado como sacerdote en la comarca de Pamplona y que llegará a ser San Honorato, segundo obispo de la sede de Toulouse; de sus manos recibirá San Fermín la ordenación sacerdotal y episcopal. La predicación se extiende a ambos lados del Pirineo y muy particularmente en la Val d'Arán.

Pero, habiendo sabido el martirio en Lauraguais, al filo de la espada, de su discí­pulo sacerdote San Papoul, que cuidaba en su ausencia la comarca de Toulouse, retor­na apresuradamente a su sede episcopal. Después de dos arios de ausencia, San Saturnino prosigue en Toulouse su labor.

Con los cristianos que había en su diócesis y las numerosas conversiones y adhesiones que consiguió con sus enseñanzas y ejemplos, pudo construir un templo y hacer las reuniones de los cristianos en una casa vecina al Capitolio. El culto pagano del Capitolio continúa resistiéndose, con rabia indecible de los seguidores de la religión romana y sus sacerdotes culparon del silencio de sus oráculos a las idas y venidas del obispo. Se imponen edictos como el de Decio del ario 250. Y un día San Saturnino pasaba delante del Capitolio, en compañía de tres miembros de su clero, y un grupo de idólatras se lanza tumultuosamente sobre él, dejando escapar a sus compañeros. Hacen subir a Saturnino hasta el altar del Capitolio y le instan a que adore sus dioses.

Ante su persistente negativa, declarando que no hay más que el Dios de la crea­ción, el Dios de la biblia, violentamente ataron sus pies a la cola de un toro que espera­ba turno para el sacrificio del altar del Capitolio y le soltaron dejándolo libre. Azozado por los alborotadores, el toro baja furiosamente por las gradas exteriores del Capitolio, arrastrando consigo al mártir, cuya cabeza queda pronto destrozada contra las escaleras de piedra.

Dos mujeres cristianas recogieron su cuerpo y lo enterraron en una profunda zanja, a fin de que no fuese profanado. Sus sucesores Hilario y Exuperio, le dieron honrosa sepultura en una iglesia que se construyó en el lugar donde el toro se había detenido al arrastrar al santo y que subsiste aún con el nombre de capilla del toro de San Sernill. Más tarde su cuerpo fue trasladado a la Iglesia de San Sernin o Saturninus, donde aún se conserva y venera y que es una de la más bellas iglesias del S. de Francia. Primero se construyó una abadía y luego la basílica actual, que visitaban los peregrinos de Santiago, y así fue como su culto se extendió por El Valle de Arán, por España y todo Francia. La Iglesia celebra su fiesta el 29 de noviembre. La historia de sant Sernill ha llegado a nosotros por unas actas antiguas, utilizadas por San Gregorio de Tours. Luego se forjaron una serie de tradiciones y leyendas unidas a las iglesias de Eauza, Auch, Pamplona y Amiens, que carecen de base histórica. Los peregrinos a Santiago de Compostela extendieron su devoción por toda la ruta jacobea.

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