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SAN FABIAN

Continguts del llibre "ARRES un manantial de agua y una fuente de vida" de Santiago Temprado

SAN FABIAN (D)

Nada más asomarse a Arres de Jos destaca la iglesia de San Fabián y Sebastián, con su espadaña entera y su campana bien conservada, que suena maravillosamente, cuando la toca Manolo, cada vez que anuncia un acontecimiento importante, como una fiesta, una misa o la llegada de algún personaje importante, o la hora del ángelus al mediodía.

La iglesia de San Fabián y Sebastián está en la cabecera de la entrada de Arres de Jos, por el camino de Vilamós que bajaba del Pujó y daba la vuelta a la ermita, para entrar de lleno en la calle San Fabián que llega hasta la Plaza Mayor de Arres, con la fuente de chorros y el abrevadero de grandes losas enganchadas con cal. Ahora con la carretera, ha quedado algo ladeada a la izquierda, y un poco baja, pero es lo primero que se encuentra uno cuando llega a Arres de Jos, el tejado y la espadaña de San Fabián que dibuja su silueta sobre las fachadas de las casas de enfrente.

La iglesia de San Fabián y Sebastián es de construcción románica modificada, o ampliada, como lo indica la línea que aparece en la fachada norte, a mitad de pared, que parece que le han elevado un piso. El libro Inventan i dEsglésies, de Josep M. Savín, nos presenta una antigua fotografía de 1910, con la vista en primer plano de la derrui­da iglesia de San Juan y al fondo la de San Fabián y Sebastián, diferenciándose por las espadañas. La San Fabián tiene un solo ojo con arco románico con una campana y la de San Juan tiene dos ojos con dos arcos románicos y dos campanas. Pero al lado nos presenta otra fotografía con detalles de las paredes laterales con los frisos dentados de sierra y arcos claramente románicos de dos en dos, talados en piedra tosca. En la facha­da aparecen piedras de tumbas funerarias antiguas, la más curiosa de las cuales es la que hace de rosetón pequeño en la fachada principal, que da al coro interior.

Como se aprecia en la pared de la fachada, la iglesia ha sufrido transformaciones y ampliaciones y reformas en altura, pues en distintos puntos de sus muros se ven líne­as de separación y piedras de otras edificaciones, posiblemente de su vecina y derruida iglesia de San Juan. San Fabian y Sebastián tiene un bello ábside románico decorado con friso de esquinillas y otro de arquillos, así como una piedra cineraria romano en funciones de ventanuco de la parte posterior del ábside.

Esta iglesia románica del siglo XII es rectangular, con un pequeño rosetón en la fachada, rematada en una esbelta espadaña románica con un sólo arco para la campana apropiada y bien conservada. La puerta de entrada está hacia la mitad de la pared late­ral S., mientras el ábside que da el E., es ovalado de medio punto con una aspillera en el centro, por donde entra la luz del sol naciente cada mañana.

En la pared interior de la fachada N., hay un amplio coro con acceso al campana­rio. A ambos lados del altar están sendas estatuas de los patrones, San Fabián y San Sebastián, adosados a la pared de cada lado del altar, en peanas con cirios y flores.

Rodeando a la iglesia hay un vallado y un jardín con restos de un antiguo cementerio.

San Fabián aparece relacionado con San Sernill y han venido a Arres a través de los Templarios. San Fabián, Papa y mártir, empezó a gobernar la Iglesia en 236 y fue martirizado en 250, el 20 de enero, día en que se conmemora y es Fiesta Mayor de Arres. Según Eusebio, muerto el papa Antero, Fabian asistió a la elección del deseo de saber cuál fuese el resultado, cuando una paloma vino a posarse sobre su cabeza, moviendo esto a todos unánimemente a proclamarle papa.

Su pontificado fue dificultoso durante el imperio de Gordiano III, se tornó fácil y fructuoso para la Iglesia durante el mandato de Filipo I y Filipo II, asociado al impe­rio. El prestigio de Fabián era inmenso. El mismo Decio declaró que prefería un rival en el Imperio que a Fabián en Roma. Hizo grandes mejoras y dividió las regiones entre los diáconos, fomentó las obras en los cementerios (catacumbas) y designó subdiáco­nos que concurriesen con los notarios eclesiásticos a la redacción de las actas de los már­tires, según el Li ber Pontificalis.

Tan importantes medidas no pudieron pasar desapercibidas por el emperador Decio, que en octubre de 249 tomó posesión y el 20 de enero siguiente, encarceló y martirizó a San Fabián. Su martirio fue descrito por una carta colectiva del clero roma­no, desaparecida, pero que conoció San Cipriano, el cual nos describe su contenido. Las investigaciones de Rossi en el cementerio de San Calixto han encontrado con ins­cripción del sepulcro de San Fabián, en la cámara reservada a sepultura de los papas, en la cual se lee: Fabianus Epi. Mr., abreviaciones de (episkopus), obispo y (Martyr), y mártir, y la expresión: que anima y vigoriza nuestra fe.

La iglesia de San Fabián comparte con su partenaire San Sebastián el patronazgo de la iglesia de Arres, y de muchos otros pueblos de Navarra y del norte de España y sur de Francia, porque los dos coincidieron en el tiempo de su vida y de su martirio y ambos coinciden también en el día de su fiesta religiosa el día 20 de enero.

En el Valle de Arán, Bossost tiene también una iglesia dedicada a San Fabián y Sebastián situada a la entrada por la carretera general no 230, a la izquierda del rio Garona. Estos santos han protegido a los habitantes de Arres y de Bossost de la peste que asoló todo Europa en la Edad Media y gracias a su protección no se vieron afecta­dos. Así lo cantan los gozos compuestos por José Castet Castet y José Abella, reprodu­cidos en otra parte, al hablar de sus personajes.

San Sebastián, soldado del ejército romano, en el que ingresó en el ario 269 y fue tenido en gran estima por los emperadores Diocleciano y Maximiano; tanto que le confiaron el mando de la primera cohorte y le agregaron a su cuarto militar. Sebastián que ya era cristiano, se aprovechó de este valimiento en servicio de los cristianos y de la Iglesia, siendo distinguido por el papa San Cayo con el título de defensor Eclesiae, según consta en las actas del santo mártir.

La actuación de Sebastián consistía en confortar a los cristianos que eran persegui­dos y especialmente a los que padecían el martirio; esto hizo con los santos Marco y Marcelino, prisioneros en casa de del primiscrinius Nicóstrato, a quien convirtió a la fe junto con su mujer Zoe, a la que además devolvió el habla después de seis arios de mudez. En casa de Nicostrato convirtió también al cristianismo al commentarensis Claudio y a sus dos hijas; a Tarquilino, padre de Marco y Marcelino, a su esposa Marcia, además de seis amigos de Tarquilino, y a otros. Sabedor Diocleciano de estos actos de Sebastián, e indig­nado al ver que el hombre en quien había puesto su confianza era un cristiano, y cristiano de acción, le condenó a ser asaeteado en campo abierto por los arqueros de Mauritania, que eran los más temibles. Así se hizo, y le dejaron allí por muerto.

Por la noche al ir a recoger su cadáver una piadosa viuda llamada Irene, le halló vivo y llevándoselo a su casa le curó y vendó las heridas y en pocos días se curó Sebastián de todos sus males. Entonces se presentó ante Diocleciano en la gradería del templo de Heliogábalo, en el Palatino, exhortándolo a dejar el culto de los falsos dio­ses, y honrar al Dios de la biblia y de la creación y dejar de perseguir a los cristianos.

Estupefacto Diocleciano al ver en su presencia al que creía muerto, mandó

apalearlo hasta que expirase, y, en efecto, dio su vida por Cristo en el lugar donde hoy se halla la Iglesia llamada San Sebastiano alla Polveriera.

Los verdugos del santo mártir, para impedir que los cristianos recogieran sus despojos, echaron el cadáver a la doaca Máxima, pero el Santo se apareció a Lucina, indicándole el lugar en que se encontraba su cuerpo, quien lo rescató y lo enterró en las catacumbas en una cripta que luego el papa Inocencio I adornó con mármoles y una lápida que se conserva en el Museo lateranense. Los datos de su vida se recogen en el antiquísimo códice Bernense, del martirologio jeronimiano cuya fiesta se celebra el 20 de enero según san Ambrosio, que hizo su mayor panegírico: Aprovechemos el ejem­plo del mártir San Sebastián, cuya fiesta celebramos hoy. Era oriundo de Milán y marchó a Roma en tiempo en que la fe sufría allí una terrible persecución. Allí padeció; mejor dicho allí fue coronado por el martirio.

Casi todas las iglesias importantes de Roma poseen alguna reliquia de San Sebastián, obtenidas en alguna de las varias veces que fue abierto su sepulcro. La imagen más antigua que se conoce de San Sebastián es la de la iglesia de San Pietro ai vincoli, del ario 680; es un mosaico que representa al santo en traje de palacio, con barba, manto y una diadema en su mano, y alrededor de su cabeza un nimbo resplandecien­te. Posteriormente se le ha representado a menudo en figura de un joven atleta, atado a un árbol y con flechas clavadas en su cuerpo. Tiene muchas pinturas de grandes pinto­res como Tiépolo, Jordaens, Espinosa, Zurbarán, Murillo, Carreño, Ribera, etc., y tiene cuadros en todos los museos importantes del mundo.

San Sebastián es el ejemplo más expresivo del santo convertido en asunto de artes plásticas, de la hagiografía hecha estética. Muy poco subsiste de su recuerdo histó­rico, pero el Renacimiento hizo universal la estampa de su martirio, entre el apolo sufriente y el héroe cristiano. Este santo del doble martirio fue popularísimo en la antigüedad, tercer patrón de Roma, después de San Pedro y San Pablo, protector de la peste, con infinitas iglesias en el mundo entero y una gran ciudad española que lleva su nombre. Su imagen, secularizada por el arte y hermoseada hasta el equívoco, tiene un patetismo muy peculiar, un toque de muerte bella con algo de sacro espectáculo que hace que imaginemos al mártir como un genial actor que representa a costa de su vida, el último acto del drama de la salvación.

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